return to worldwidereview.com,
the home of critical reviews
From: jg Category: Art Date: 23 July 2008 Time: 07:42 PM Review: Published in LAPIZ, Madrid, after Gillick's show in the Whitechapel. En el fondo, quizás todo podría acabar en una cuestión básica de la historia del diseño: forma sobre función o viceversa, adaptadas más o menos al mundo del arte en un momento calmo de la historia. Pero ocurre que no estamos en un momento calmo de la historia, si es que ésta ha conocido momentos tales. Por esto un viaje hacia las obras de Liam Gillick y Atelier van Lieshout, debe pasar, además, por las consecuencias sociales del capitalismo tardío, por el actual estado de la cuestión y por las posibilidades de una contestación al comportamiento a que obligan las formas corporativas y de servicio presentes hoy en el mundo globalizado. Exposiciones simultáneas de ambos artistas en Londres, aparte de la presencia de AVL en la XXV Bienal de São Paulo este año, ofrecen una estructura con ejemplos para la discusión posible, mientras que un fondo común de debate está puesto ya en una globalización ciega y su contraparte inquieta pero recién despertando, aún en busca de desvíos y alternativas viables. Un debate en el que el arte no debe dejar de participar en voz alta, aunque sea para pedir, de nuevo, derecho a la autonomía y al sueño. Allí, en la autonomía y el sueño, podríamos encontrar primero a Liam Gillick cuando nos habla de la creación de espacios y de atmósferas light y descafeinadas, cuando habla de fondos por los que se puede pasar sin mirar, y lo hace siempre con formas reconocibles como suyas. Pero Gillick propone también que sus estructuras transparentes sean un marco a actividades humanas que podrían resultar afectadas bajo sus reflejos. Lo propone, pero pocas veces lo logra, porque una galería de arte es casi siempre sólo eso. Liam Gillick parece pues hablar en sus obras recientes, simplemente, y con un especial sentido del humor, de la transparencia omnipresente de estas formas sin carácter en nuestras ciudades, de la frialdad de las formas del diseño y arquitectura corporativas. Habla simbólicamente de poder económico, y lo hace a través de formas que no son puras ni tienen clara su función. Joep van Lieshout habla por su parte, y no sin humor, de libertad de elección, y en su proyecto AVL-Ville, de la posibilidad de trabajar y vivir con reglas sencillas en sociedades relativamente pequeñas. Habla de control, de disfrute de lo esencial, de producciones artísticas y modos de vida autónomos y con función, de modos de evitar la burocracia y la paja abundantes en el presente capitalista. Las obras de AVL, y su proyecto de estado independiente, hablan de poder, control, libertad y placer, y lo hacen con economía de función sobre forma en sus objetos. Enfrentados a ambas obras pues, la posibilidad de ejercer actividades, (incluido el pensar) mientras las habitamos. Pero pensar es una posibilidad que tenemos ante cualquier obra y ante cualquier cosa menos la televisión. Quedan entonces las otras actividades. En la obra de AVL la forma es la función, y se comprende el uso al ver la pieza. Véase el gimnasio de andamios presentado en São Paulo, titulado Sportopia, donde las pesas parecen caricaturas de pesas con sus aros de cemento y su simplicidad metálica. O bien las unidades de hotel, imitando a las famosas cápsulas-hotel japonesas que podemos ver en Camden Arts Centre. AVL comunica con facilidad, tiene tanta capacidad comunicativa que hasta le gusta provocar: AVL-Ville, el proyecto de comuna en el puerto de Rotterdam, incluye una fábrica de armas, lo cual para una pequeña comuna resulta, por lo menos, extraño. Liam Gillick es incapaz de comunicar a ese nivel. En las obras en que con vinilo reproduce en las paredes textos propios y encontrados, textos con opiniones propias y ajenas sobre eventos históricos de la sociedad occidental, lo hace siempre sin puntuación ni espacios, con la sola misión de dificultar la lectura. Los largos chistes que reproduce en las paredes en otras de sus series, aunque provistos de espacios y comas, resultan también afectados de uno u otro modo en su capacidad comunicativa. Incluso en el propio hecho de ser transcritos se complican. Hay pues quienes disfrutan con la claridad y quienes no la soportan, pero existe un fondo común en la multidisciplinariedad de los dos artistas, especialmente en su interés común por el diseño, aunque no en los modos como ésta multidisciplinariedad se manifiesta. Joep van Lieshout se define como productor-artista, inversor, inventor, manipulador, estratega, campesino, carnicero, y corredor de autos, siendo todo lo mismo para él; Gillick, mientras tanto, es comisario, ha escrito crítica y sus propios libros, ha diseñado interiores y gráficos, y es profesor. El suyo es otro nivel, uno que depende de un mundo del arte cultivado y en cierto modo especializado. Especializado y algo desesperanzado, añadiríamos, sin mucho ánimo combativo. Es el mismo Apocalipsis el que amenaza a ambos artistas, pero van Lieshout con sus modos de MadMax, no parecería temer la gran recesión ni el fin de todo submundo artístico, en el fondo creyéndolo superfluo. Aunque se aproveche hoy de él de buena manera, e inyecte debate con sus ideas, el final de todo probaría finalmente la utilidad y la autosuficiencia de su grupo, su poder. La atmósfera de los textos de Gillick es también un tanto negativa incluso en los momentos de esperanza que narra, que serían los momentos en que se piensa, en que se discute, en que se arregla el mundo y las relaciones humanas funcionan. Sin camas gigantes ni botellas de alcohol listas para usar colgadas en los rincones, hay y debe haber comunicación entre los personajes en los libros con ficción de Liam Gillick. Otro elemento recientemente convertido en común entre los dos artistas, la idea de comuna, es en Gillick sólo una idea, no una realidad testándose como en AVL-Ville. Así aparece en su último libro, clasificable como una utopía más: “Literally No Place. Comunes, Bars and Greenrooms. Ethics, conscience and the revision of form in the built world” (Book Works, Londres 2002). El largo título del libro de Gillick dice mucho, pero como los títulos de las piezas que forman el cuerpo principal de esta muestra, dan sólo una pista, una intuición de las posibilidades de comportamiento que a modo de propuesta deberían ocurrir bajo sus plataformas y metacrilatos de colores. Volviendo a la actividad ‘pensar’ que se supone debemos desarrollar bajo su influjo, en las Discussion Islands que podemos ver en Whitechapel, nos indica Gillick la posibilidad para la obra de ser a la vez testigo y generador de diálogo y pensamiento. En el citado libro, intuimos que estos diálogos y pensamientos girarían en torno a la ética y el comportamiento social. El espacio físico creado o modificado por las estructuras de Gillick, importaría así sólo cuando hubiera un pensamiento, aunque no tuviera nada que ver con éste: el pensamiento debe superar al fin y al cabo al espacio que lo cobija. Pero entremos en su ficción para explicar mejor esto: entremos en un ‘greenroom’, en los bastidores de un teatro nunca completamente descrito: “El interior es directo, tanto en idea como en ubicación. El color y el diseño no son pensados. La intensidad de la expectativa supera cualquier cuestionamiento de la naturaleza del lugar. Se está pensando”. ¿Y qué se piensa? Como cajas dentro de cajas se desvelan las historias en su libro, “El trabajo [de pensamiento] evoluciona en tres diferentes ciudades, y en cada una de ellas, [...] una revisión ética y estratégica, en relación con el desarrollo y crecimiento de dichas ciudades”. La relación entre la arquitectura, su historia en desarrollo, y la sociedad, es pues lo que idealmente debe pensarse. Una relación que debería tener un balance en las dos direcciones, pero que quizá aparece hoy interrumpida constantemente por política y economía en ambas direcciones. Algo como eso se pensaría en la cercanía de obras como Discussion Island, pero Gillick propone en otro lugar posibilidades para otras obras-espacios, y allí, en la improbabilidad de sus propuestas, es donde habrá que entrar con humor. Por ejemplo, del Item A001, de 1996, dice “este trabajo designa una zona fragmentada donde sería posible considerar el potencial de discusión y compromiso”, y en otro lugar, con relación a su Think Tank de 1997, “este trabajo puede ser utilizado como un objeto que puede significar una zona cerrada para la consideración del intercambio, transferencia de información y estrategia”. Propone Gillick siempre en condicional, y escribe muchas veces la palabra ‘potencialmente’, porque, como siempre, la realidad en sus exposiciones es una mayoría que pasa más tiempo leyendo las etiquetas que mirando, y ya no digamos ‘pensando’ las obras y las estrategias. Y por otro lado existe aún otra realidad, la de las actividades educativas organizadas que ocurrirán gracias a los que ponen el espacio y pagan. Whitechapel ha montado sesiones de Yoga lideradas por la artista-yogui Benita-Immanuel Grosser a llevarse a cabo bajo las plataformas limpias de Gillick. El artista se conforma una vez más, que remedio queda: “Mi trabajo mejora en relación con otras cosas” comentaba a Andrew Renton en una entrevista reciente (Evening Standard. 30 de Abril de 2002). Sin duda en estos títulos y propósitos de Gillick hay una cita a los lenguajes corporativos. Esta muestra, ha dicho, “es sobre compromiso, negociación, estrategia, planning, y especulación”. En esta frase está una de las ideas de fondo de todas sus actividades y series, la idea de planning como fenómeno social en la modernidad, planning ambicioso que pasa en la posmodernidad a ser pura especulación de inversiones capitalistas ciegas a lo que no sea ganancia. Opuestos en apariencia, planificación y especulación arquitectónicas, para Gillick esa ha sido una de las mayores batallas libradas en el siglo XX, donde ya vemos como va ganando la especulación por gran margen. La cadena de privatización desde ya antes de la caída del muro de Berlín, parece aún victoriosa sobre las alternativas que necesitamos construir mejor. La economía de la construcción y del diseño, la idea de belleza en las formas y materiales útiles, habría pasado a manos privadas, deshaciéndose la idea de utopía en esqueletos carentes de ideales. En cuanto a las formas, “Lo que es interesante es que le ‘proyecto moderno’ no se detuvo entonces, sino que continuó en la arquitectura corporativa. Gente que trabajaba en vivienda social a niveles casi utópicos, pasó a esferas empresariales, a proyectar edificios para servir intereses corporativos.” (Entrevista de Anthony Spira a Gillick en el catálogo de la exposición. Whitechapel, Londres, 2002). Gillick sabe bien que las estrategias y especulación en el mundo de las comisiones museísticas actuales de las que se beneficia tiene paralelos tan interesantes como vergonzosos con este deslizamiento, pero eso es otra historia. La arquitectura como vehículo de ideologías, y sus espacios como espacios para el pensamiento, habría sido afectada por este cambio, por lo que quizá Gillick al ser testigo de que pocos pensamientos interesantes ocurren realmente bajo sus estructuras, revierte la situación de vuelta a una critica bienhumorada de la sociedad “Me interesa el hecho de poder relacionarse con una obra en estado de distracción, en camino a otro lugar, o de paso.” ¿Camino a dónde? El título de esta exposición es ‘Holzweg’ palabra que en alemán indica la elección del camino errado, cuando uno va a parar al bosque, perdido. Si bien caminar a través de la muestra de Giillick en la Whitechapel puede dar la sensación de lo mismo, quizá se refiere al tardocapitalismo marcando el fin de las utopías y del sueño productivo. El camino errado de la sociedad con un impulso de inercia que absorbe o acalla toda oposición y discusión. Volviendo a las formas, sabiendo del interés de Gillick por la arquitectura y el diseño en relación con la economía, se dice que las sus piezas rememoran unidades prefabricadas a encontrar tanto en edificios de vivienda social como en la arquitectura empresarial. Esto no debe entenderse al pie de la letra pues no hay plásticos ni aluminio en la construcción pública de viviendas en Inglaterra, y en el lado corporativo la variedad de colores ha desaparecido desde hace varias décadas. Se dice también que sus trabajos entre la escultura y el lenguaje de la arquitectura, hacen eco de figuras modernistas como Mies van der Rohe, y de renovadores anónimos de nuestras urbes actuales, pero con sus colores ácidos y naturaleza provisional, nos queda sólo la limpieza aparente de sus materiales como un único elemento guardando relación con los interiores de sedes centrales de bancos y multinacionales. Interiores minimalistas de look ‘correcto’ de la City en los que en ocasiones se pueden entrever obras de Gary Hume o Damien Hirst en sus altas paredes y lobbies. Hay pues algo evitando esta lectura directa, un camino personal en Gillick que repite un estilo, y que se interesa por ciertos materiales, disfrutando con ellos, y, por otro lado, están los meandros que gusta establecer en la comunicación con el espectador. Así en su serie Discusión Island / Big Conference Centre, la crítica a lo corporativo no es posible leerla de un modo directo por la cercanía del artista hacia sus formas, por frías que estas sean. Notamos un placer de pintor en la construcción e instalación de las placas en el espacio, en el diseñar y encargar las piezas. Los perfiles y configuraciones de las plataformas no son nunca citadas ni apropiadas de espacios corporativos existentes: actúan a un nivel puramente simbólico. Pero la teoría en Liam Gillick es otra cosa, como hemos visto. La contradicción se presenta como en tantos graduados en Goldsmith’s en los primeros noventa, cuando el texto tuvo la función de cubrir de realidad obras excesivamente ‘bellas’ y tan lustrosas que no hubieran necesitado de explicación en un mundo perfecto. Sin requerir tanta teoría, más directamente implicándose en el espacio, y a modo de un Franz West, -quién también gusta ver gente pensando y discutiendo acomodado en sus obras-, Gillick ha intervenido esta vez en las salas de conferencia de Whitechapel cubriendo sus sillas con telas de colores, allí quizá sí afectando el tono de lo que podría discutirse acomodado en ellas, pero cerrando las posibilidades de lo ‘potencial’ y lo ‘condicional’ presentes en otras obras, cerrando posibilidades de tomar el ‘Holzweg’. Si las interacciones humanas que persigue Gillick son mentales y verbales, aquellas para las que gusta diseñar espacios Atelier van Lieshout, son claramente más físicas, corporales. Sexo, sueño, culto al cuerpo, comida y bebida, aparecen como momentos de descanso del pensamiento. Y, sin embargo, hay una crítica similar a la historia reciente del poder económico limitando nuestras libertades. En AVL-Ville, como en un gran hermano en que se producen objetos, se investiga la frontera entre sociedad e individuos, y las relaciones entre estos individuos. Tests de control interno y externo: no es de extrañar que Machiavelli sea una de las lecturas comentadas a lo largo del proyecto. ¿Cómo podemos mantenernos independientes y autónomos, libres, en una sociedad cada vez más controladora? En AVL-Ville, poco a poco se han ido creando elementos para la auto-subsistencia. Una granja autónoma genera animales para consumo, el matadero es una unidad móvil (para la que se encuentra disponible el manual de construcción y funcionamiento); otra unidad destila alcohol, y hay otra produce bombas y demás armas. En uno de sus nuevos trabajos se ha reciclado una idea antigua: letrinas elevadas generan abonos para la tierra, de forma natural y sin olores. Humor no falta en AVL, infiltrado en todos los aspectos de su cuestionamiento a la sociedad. Como recuerda Lily van Ginneken, comisaria de la obra presentada el la Bienal de São Paulo ¿Cómo es posible reconciliar ecología y fabricación de armamento? AVL-Ville no es una comuna ideal donde unas reglas políticamente correctas se ponen en práctica, sino, al contrario “una realidad híbrida presentada pragmáticamente, con códigos artesanales-artísticos del siglo XIX, adaptados a los del Siglo XXI.” (Folleto de la representación holandesa en la Bienal. Mondrian stitching. Amsterdam, 2002) La obra presentada en la Bienal de São Paulo, Sportopia, es un gimnasio con añadidos, hecho casi enteramente con materiales de albañilería a encontrar en una obra, básicamente cemento, andamios, y un poco de madera. El andamiaje sostiene los aparatos y las pesas de hormigón para desarrollar la musculatura, y en cuanto a los añadidos, vemos una cama multipersonal de las más grandes producidas por AVL, y una serie de elementos híbridos que caen entre el gimnasio y el sado-masoquismo fetichista. El plástico verde sustituye al negro, pero las juntas del andamio tienen la anchura de muñecas y tobillos. Una jaula de andamios espera con la puerta abierta a la izquierda del complejo gimnástico. Por otro lado, la cama gigante, tiene como siempre botellas y surtidores cada pocos metros. La obra en sí es sin duda fácil, predecible, pero tenía que existir y existe hoy de la mejor manera, hecha por AVL, y dando la posibilidad de copiarla y adaptarla a cualquier espacio -menos al de una galería, claro está-. Diríamos que lo que en Liam Gillick es amor por los metacrilatos frágiles y de colores suaves, y las superficies pulidas del aluminio minimalista, en AVL es generalmente amor por los materiales básicos que directamente hablan de su función, materiales estructurales y otros ligeros y maleables con los que se puede hacer magia funcional: fibra de vidrio. Así aparece en sus obras más conocidas hasta la fecha, las unidades móviles moldeadas exactamente alrededor de la forma de las necesidades del usuario. Formas básicas, sin styling añadido, porque “Cuando el diseño invade un espacio, son servicios lo que se produce y consume. Compramos no sólo lo práctico y útil, sino también un servicio y un sentimiento gratificante. Pagas por tu comida, pero también por la atmósfera. Pagas no sólo por tu baño, sino por una experiencia de baño. El diseño va mano a mano con la comodificación del placer”. AVL crea funciones y las gratificaciones a nivel básico, y entonces éstas aparecen de nuevo separadas. Gratificará el culto al cuerpo, pero aún más lo hará el sexo y el sueño, así pues se crean camas al lado del gimnasio. Gratificará la bebida: se crean facilidades gratuitas de bebida al lado de las camas. Y todo con la más pura economía del espacio. “En Sportopia uno puede poseer los frutos de su trabajo sin peligro de alienación. Cualquier excedente de valor pasa directamente al cuerpo, creando una forma portátil de capital que no puede cambiar de manos.“ Se apela, como en el proyecto general de AVL-Ville, a formas arcaicas de la propiedad, en donde lo que uno posee no se puede diferenciar de lo que uno produce. Si en Gillick se teoriza sobre la posibilidad de que se negocie el futuro de los espacios y sus formas bajo el marco de la pieza, en AVL se pide que el intercambio corporal más básico deba ejecutarse también en la pieza, pero esto se provoca físicamente por el propio erotismo desprendiéndose de la misma estructura (erotismo imaginado, claro está, pues seguimos estando en una galería -no tocar-) erotismo de los materiales y los cuerpos sudorosos. “La gratificación personal en Sportopia, no depende más de las comodidades, sean objetos o servicios. Cada individuo debe negociar sus propios deseos con los otros en la escultura. Sportopia carece de prostitución, los placeres no pueden intercambiarse por dinero sino con una experiencia colectiva del cuerpo. Cada individuo es un usuario y un proveedor.” Los objetos y los cuerpos son liberados de la moral estética del consumismo, el lujo deviene simplemente una necesidad más a solucionar con materiales simples. Quizás todo podría reducirse a la cuestión básica de la historia del diseño: forma sobre función o viceversa, donde Gillick trabajaría con lo totalmente superfluo para dejar en evidencia que los espacios ya no son pensados ni nos hacen pensar, y AVL pensaría solamente en soluciones primarias a problemas primarios. Ambos tendrían en todo caso la mitad de su discurso ya preparado por las otras disciplinas, y el museo y las galerías descontextualizadoras cargarían la culpa de cegarnos ante la inefectividad de ciertas piezas con relación a la realidad a la que no dejan de apelar, cargarían la culpa de separar arte y vida aún más, dejándonos con un mar de contradicciones que eso sí, divierten.